Una gran preocupación por el medio ambiente une a los habitantes de Friburgo, una ciudad de 215.000 habitantes situada en el suroeste de Alemania, al borde de la Selva Negra.
Friburgo de Brisgovia, bastión de Los Verdes, que gobiernan con el 30% de los votos, ha recibido numerosos premios por su gestión del tráfico y las energías renovables, y acoge a visitantes de todo el mundo que vienen a aprender políticas que poner en práctica en sus países.
Friburgo sigue una política integral de tráfico coherente desde hace 35 años. "En esto no hay éxitos a corto plazo", advierte Martin Haag, jefe del departamento de Infraestructura del ayuntamiento, quien recuerda el primer Plan General de Tráfico, aprobado en 1969. "Entonces aún no se hablaba de sostenibilidad, pero había una voluntad de proteger el casco antiguo del tráfico motorizado".
En los años setenta se redescubrió la bicicleta. Y en 1972, cuando muchas ciudades se deshacían de los tranvías, Friburgo optó por ampliar su red. De 1985 a 2004, los silenciosos y no contaminantes tranvías casi duplicaron el número de pasajeros.
En 1975, la lucha contra la construcción de una central nuclear unió a la población. Por una vez, estudiantes -mayoritariamente de izquierdas-, y vinateros -tradicionalmente más conservadores- luchaban juntos. Los unos, en defensa del medio ambiente; los otros, temerosos por el futuro de sus viñedos. La preocupación medioambiental ha dado sus frutos: la utilización de la bicicleta aumentó de 1982 a 1999 del 15% al 27% de los desplazamientos, mientras el uso del coche se redujo del 29% al 26%. En ese tiempo, los friburgueses pasaron de emplear los transportes públicos para el 11% de los desplazamientos a usarlo para el 18%.
En la ciudad no hay atascos ni ruidos. El tráfico de bicicletas es continuo por los 500 kilómetros de vías perfectamente señalizadas que la recorren. Los trayectos sobre dos ruedas no son largos gracias a que la ciudad es relativamente pequeña -15.300 hectáreas, de las que el 40% es bosque-, y la política de transportes se completa con una de urbanismo que evita que Friburgo crezca demasiado. "Se trata de construir sólo en zonas ya urbanizadas para que no haya que talar más bosque y mantener la ciudad en dimensiones compactas", explica la concejala de Medio Ambiente, Gerda Stuchlik.
Para resolver de manera no contaminante la entrada y salida de la ciudad de 80.000 personas diarias, se creó junto a la estación central un aparcamiento vigilado y con techo con cabida para 1.001 bicicletas que hace posible la combinación de tren y bici en el desplazamiento diario al trabajo. Esta instalación ofrece además reparación y alquiler de bicis, y alberga una agencia de coches compartidos. Este sistema, denominado Car Sharing, funciona en toda Alemania y permite usar coches por horas o días a un precio inferior que el alquiler tradicional.
La agencia de Car Sharing friburguesa tiene más de 100 vehículos. Muchos de sus usuarios viven en el barrio superecológico de Vauban, un distrito sin coches ni humos, abastecido por energía solar. Antiguo cuartel de las fuerzas de ocupación francesas, en 1993 Vauban pasó a manos del Ayuntamiento, que decidió construir un barrio ecológico respetando el arbolado. La mayoría de las casas tiene placas solares para su consumo energético. Algunas ni siquiera necesitan calefacción gracias a su construcción con materiales que aprovechan al máximo el calor del sol y proporcionan un aislamiento óptimo. Otras generan más energía de la que necesitan, que venden a la compañía eléctrica local. Así amortizan en diez años el costo de la instalación.
Vauban es un idilio ecologista con tintes orwellianos. Quien tiene coche está obligado a comprar una plaza en uno de los dos garajes-solares que están a la salida del barrio. Los que no tienen vehículo deben dar cuenta anualmente de si esta circunstancia ha cambiado. "Si se descubre que tienes coche y no tienes plaza, te obligan a pagar como multa los intereses que ahorraste por no comprar la plaza de garaje", aclara Lübke, orgulloso de un sistema que funciona a base de control entre los vecinos.
Dentro de Vauban no está permitido aparcar más que excepcionalmente, y casi no hay tráfico. No extraña que sea el distrito con más niños de Alemania: allí, la calle es el patio de juegos. Sólo el tranvía recorre la vía principal del barrio. "Se trataba de que el camino hasta la parada del tranvía fuera más corto que hasta el garaje, como medida disuasoria", explica Lübke. Y, desde luego, fue un éxito: de las 500 familias que viven en Vauban, 400 no tienen coche.
Más de 10.000 personas trabajan en el sector del medio ambiente en Friburgo y alrededores, mayoritariamente en empresas relacionadas con la energía solar, que factura 1.000 millones de euros al año. Con 36,7 vatios por habitante y 11.223 colectores térmicos, Friburgo lidera la clasificación de ciudades con mayor empleo de energía solar.
En esta ciudad suaba residen los principales institutos de investigación solar del país. Las placas no sólo están en casas particulares, sino que adornan y abastecen de electricidad una gran torre de oficinas en la estación de tren y cubren los edificios de varias comunidades religiosas. Las 19 parroquias evangélicas de la ciudad reciben sólo electricidad de fuentes renovables, a pesar de ser más cara.
La comunidad católica de San Pedro y San Pablo es pionera en la utilización de energía solar. Desde 2001, sus paneles producen 20.000 kilovatios por hora al año, y ahorran 10 toneladas anuales de CO²
. Lo que la comunidad ingresa por la venta de la electricidad que le sobra lo dedica a financiar cuatro comedores populares en Lima.
El pais
15-01-2007